Este científico nos hará vivir 150 años
Director de la Biogerontology Research Foundation, profesor en el Instituto de Física y Tecnología de Moscú, y autor de ‘The Ageless Generation: How Advances in Biomedicine Will Transform the Global Economy’ (“La generación eterna. Cómo los avances en biotecnología transformarán la economía global”, publicado en Palgrave Macmillan). Alex Zhavoronkov es un experto en medicina regenerativa y en economía del envejecimiento y uno de los más populares entre quienes defienden la tesis de que se ha abierto una puerta inmensa en la ciencia que hará posible que vivamos muchos años más. En concreto, y según Zhavoronkov, hasta los 150 años, y en buen estado de salud.
Sus ideas, bastante habituales en los últimos años, aluden a los grandes adelantos y enormes descubrimientos en biología que generarán posibilidades impensadas hasta hoy. Las tesis abarcan un espectro amplio: hay quienes aseguran que pueden retrasar el envejecimiento 20 años, otros insisten en que vamos a vivir hasta bien pasados los cien, otros hablan de amortalidad, otros de la supervivencia de nuestros cerebros en otros cuerpos o en ‘cyborgs’ mediante implantes y otros señalan la inmortalidad como el horizonte último. Por supuesto, todo son expectativas, pero la insistencia con que regresan sobre el tema nos hace pensar que hay algo muy importante a punto de descubrirse a la vuelta de la esquina.
Tanto es así que en sus análisis no sólo señalan que la posibilidad está cerca, sino que la dan por descontada. Hay numerosos textos que nos hablan de cómo será un futuro dominado por gente cuya esperanza de vida va a crecer enormemente, y de cómo tendrá que organizarse entonces la sociedad. La insistencia en que la edad de jubilación debe diferirse al menos cinco años (o hasta los cien, depende de las perspectivas), en que los servicios de salud públicos deben transformarse por completo para hacer frente a los nuevos contextos, o de que, como propone Zhavoronkov, la economía se verá radicalmente alterada para mejor por la ampliación de la vida productiva(resolviendo los problemas de pensiones y haciendo nuestras sociedades mucho más ricas) sólo puede ser tan intensa si las previsiones son realmente optimistas.
Experimentando en sí mismo
Una entrevista de la periodista británica Jane Fryer con Zhavoronkov publicada en ‘The Daily Mail’, añade sin embargo una perspectiva que nos faltaba del entorno científico que está pugnando por alcanzar esta mejora radical en el mundo humano, la de los mismos investigadores. Su texto ofrece una mirada sobre la persona que está detrás de esos descubrimientos que nos esperan a corto plazo, y no deja de depararnos algunas sorpresas.
Zhavoronkov no vacila en usarse como conejillo de indias en su búsqueda de la vida eterna. Todos los días su cuerpo recibe, por una vía u otra, más de 100 suplementos, vitaminas y medicamentos, hayan sido o no probados antes, una obsesión que parece compartir con otras personas influyentes. El inventor estadounidense y director de ingeniería de Google Raymond Kurzweil coincide con él en que las pastillas y una buena dieta son la clave para vivir todo el tiempo posible. Kurzweil toma 100 comprimidos diarios, aunque llegó a ingerir hasta 250.
La vida de Zhavoronkov es, pues, absolutamente metódica a la hora de cuidar el instrumento que le da soporte, su cuerpo. Hace ejercicio para estar muy en forma pero también como medio para fortalecer sus músculos y huesos (“algo muy importante cuando estás planeando vivir mucho tiempo”). Sigue una dieta estricta de entre 1.600-1.700 calorías, la mayor parte obtenidas de frutas, vegetales, yogures, barras de proteínas, café y algo de carne, y a veces sidra, a la que añade algún medicamento anti diabetes que utiliza para mantener en sus límites el nivel de glucosa.
Pero ese régimen por sí solo no basta: si ve que sus abdominales están perdiendo las líneas que les definen, utiliza uno más estricto. Durante dos años siguió una dieta de 600 calorías al día con la que perdió 20 kilos, que si bien afectó levemente a su sistema cardiovascular, también le ayudó a que fuera la época más productiva de su vida. Como tenía poca energía para cualquier cosa, y además el hambre no le dejaba dormir, afirma haberse dedicado a trabajar, que para eso no es necesario contar con fuerzas extra, asegura.
El evangelista antienvejecimiento
Zhavoronkov no hace planes para el matrimonio, porque “cuando vas a vivir 150 años esa es una gran decisión” y tampoco le da demasiada importancia al sexo, algo que ocurre ocasionalmente “y sólo con colegas científicas, porque las interacciones postcoitales suelen ser, en otro caso, muy aburridas”.
Trabaja 20 horas al día, habla cuatro idiomas, tiene una existencia itinerante y las vacaciones son algo que no entra en su cabeza. Pero eso no le hace sentirse solo, porque “algunas personas son más felices en su despacho que tomando un café con los amigos. Y cuando vaya envejeciendo, tendré ‘hobbies’ que me permitan pasarlo bien”, con lo cual tampoco echará en falta la compañía de mujer, hijos, conocidos y seres humanos en general.
Sus prevenciones no terminan ahí: se cuida, lo que le permite tener entre 55-60 pulsaciones por minuto en reposo (un parámetro que monitoriza), se protege con gafas de sol de la luz ultravioleta y siempre se pone crema de protección solar para evitar problemas. Se ha prohibido esquiar, montar a caballo y conducir, ya que, afirma, a su edad tiene más probabilidades de morir en un accidente de coche que de cáncer.
Alex Zhavoronkov está convencido de que con estas prácticas, y con lo que se vaya descubriendo en el futuro, llegará a ampliar su tiempo de vida hasta límites que no sospechamos. Y está tan seguro que se ha apostado con un amigo, también científico de la longevidad, un millón de dólares que se llevará el que viva más de ellos. Eso sí, la apuesta sólo entra en vigor a partir de que ambos hayan superado los 100 años. Esa convicción hace que se denomine, con orgullo, un evangelista de la ciencia del envejecimiento, y que trate de difundir su palabra por todo el mundo.
Sin embargo, hay un par de aspectos que resultan llamativos. El primero tiene que ver con una objeción que podríamos llamar popular: si no vas a poder comer, beber, ni hacer el amor, y te vas a pasar la vida trabajando en soledad, ¿de verdad quieres vivir tanto? La segunda alude a una cierta falta de convicción en sus propias propuestas, porque si sigue un régimen tan obsesivo, si toma tantas medicinas y si cuida tanto su cuerpo, es porque no confía demasiado en sus descubrimientos. En otro caso pensaría en disfrutar de la vida permanentemente, porque como va a encontrar la solución a los problemas de salud, ya curaría después lo que fuera. Si realmente estuviera seguro de que va a encontrar la forma de curarnos de todos los problemas, ¿no debería pensar más en pasarlo bien y menos en cuidarse?
Fuente: http://goo.gl/I6Z3TA
Leer Más: https://en.wikipedia.org/wiki/Alex_Zhavoronkov
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