Cuando ya tienes 40 años, La vejez es una matanza, no una batalla y la muerte es una lotería genética

por | Mar 17, 2016 | Ciencia | 0 Comentarios

Cuando ya tienes 40 años,  La vejez es una matanza, no una batalla y la muerte es una lotería genética

Por mucho que en los últimos veinte años haya aumentado la esperanza de vida en España cuatro años, en el caso de las mujeres, y seis, en el de los hombres, le realidad es que llegar a los cuarenta sigue siendo una dramática barrera para gran parte de la población española, aunque con esa edad, en la mayoría de los casos, no hayamos vivido ni la mitad de nuestra vida.

Durante la conocida como crisis de la mediana edad se viven dos decepcionantes procesos, en principio paralelos, pero que convergen entre sí. Por un lado, estas personas sienten que su vida es más aburrida, notan frustración por aquellas metas no logradas y cierto tedio vital. Por otro, comienzan a ver cómo su cuerpo ha ido transformándose hasta convertirse en una masa más flácida y con menos energía.
Algo así le ocurrió a Alexis Petridis, que en un artículo publicado en un artículo del diario británico ‘The Guardian’ cuenta cómo, casi sin darse cuenta, todo su cuerpo adelgazaba, sus brazos, sus piernas, incluso su cabeza perdieron volumen. Con la única excepción del vientre, donde se le concentró toda la grasa corporal. Petridis, acostumbrado a estar siempre delgado, a tener un cigarro en una mano y un gintonic en la otra, de repente fue consciente de lo mucho que había bebido, que había fumado y que había comido en los últimos años.

Salir a correr como solución

Ante estos cambios, su reacción fue la más habitual: salir a correr. Las bromas de sus seres más queridos no se hicieron esperar: “Pareces un ladrón”, le dijo su mujer al verle vestido con toda clase de trapos viejos antes de echar su primera carrera. Pero Petridis hizo oídos sordos, se descargó una aplicación para tutorizar sus carreras y le satisficieron sus primeras carreras. Disfrutaba de la música mientras corría, se sentía más liberado y pleno al llegar a casa y las agujetas no le parecieron especialmente molestas. Además en estos últimos tiempos se ha dado cuenta, según sus propias palabras, de que salir a echar una carrera es la única solución para combatir la resaca: “Al fin y al cabo no he cambiado radicalmente el planteamiento de mi vida en busca de una salud de hierro, ahora solo soy un corredor. Nada más”, indica Petridis.

Estas palabras contrastan con la falta de confianza en sí misma de Lucy Mangan, que se jacta de no haber andado más de cinco metros durante las tres horas previas a la comida (y lo poco que anduvo fue para ir al microondas y recalentar su almuerzo, que eran sobras del día anterior). Con 41 años, Mangan afirma haber trabajado duramente, también fines de semana, durante los últimos quince años, lo que le ha quitado tiempo para hacer ejercicio.

vejez

No todo el mundo consigue sus objetivos

Sin embargo, ella misma afirma ser “patológicamente perezosa”. Sus hábitos excesivamente sedentarios no quitan que sea consciente de los cambios, y el envejecimiento, que está sufriendo su cuerpo. Sus articulaciones flojean, sus arterias se van endureciendo y su rodilla lleva crujiendo regularmente durante los últimos años. Siente envidia por aquellas personas a las que les gusta tener unos hábitos saludables, pero ella no soporta ni el deporte ni la vida sana, aunque últimamente está planteándose hacer algo de ejercicio moderado, como caminar, porque es plenamente consciente de que está acelerando innecesariamente su proceso de vejez.

Algo similar le ocurre a Stephen Moss que, con 58 años y 25 kilos de sobrepeso, paga un caro gimnasio para ir un par de veces al mes y acabar en el spa, en vez de en la sala de máquinas. Sin embargo, Moss está convencido de que vivirá más de ochenta años debido a su cóctel genético. Afirma que no le preocupa demasiado la muerte porque “la vejez es una matanza, no una batalla y la muerte es una lotería genética”. Incluso, bromea con que los servicios de salud ingleses deberían dejarse de preocupar por él e invertir el dinero en mejorar, contratar más médicos de salud o luchar contra el cáncer.

Esta aparente chulería contrasta con sus tentativas por llevar una vida más saludable. Es consciente de que necesita caminar y nadar más, cuando tenía cuarenta años comenzó a practicar boxeo y a utilizar las máquinas del gimnasio con el objetivo de disfrutar de una mejor calidad de vida. También contrató a un entrenador personal que le asesoraba tres veces por semana, además de acudir al gimnasio, pero tras varias tentativas, y pocos resultados, desistió. Quizá, su actitud actual esconda algo de decepción por la falta de éxitos deportivos.

La perseverancia es la clave del éxito

Los comienzos suelen ser lo más complicado, porque uno se siente incapaz de conseguir los objetivos marcados y el deporte se entiende como un sufrimiento, en vez de una satisfacción. A Ronnie Haydon le ocurrió algo así. Una mañana decidió salir a correr un poco antes del desayuno, pero, para su decepción, era incapaz de subir corriendo la pendiente más pronunciada de un parque cercano a su casa. En vez de dejarse vencer por el fracaso y desistir, se propuso llegar arriba de la colina en el plazo de un mes. Y ahí comenzó a disfrutar del deporte.

Haydon por la mañana se siente llena de energía y le gusta aprovecharla haciendo ejercicio, no tiene interés en comprarse las muchas pijadas –también llamadas ‘gadgets’ para los corredores, ni siquiera escucha música mientras hace ejercicio. Solo busca conseguir los nuevos objetivos que se marca. De subir las colinas del parque pasó a las carreras populares y a formar parte de un club de atletismo aficionado. En su primera carrera, con 44 años, le llenó de satisfacción adelantar a tres mujeres la mitad de jóvenes que ella. Ahora, con 53, su próximo objetivo es acabar la maratón de Londres con un tiempo inferior a tres horas y media.

Objetivos menos exigentes son los de Simmon Hattenstone, que dejó de fumar por un trato que hizo con su hija. Este es alguno de los cambios que ha tomado en su vida, también lo han sido evitar el consumo de alcohol entre semana y el comer menos chocolate. Hattensone es el típico ejemplo de torpeza en el deporte: no juega bien al fútbol, se le da mal nadar, juega fatal al tenis, pero estas actividades le hacen sentirse más a gusto y disfrutar, por lo que no piensa en dejarlas. Eso sí, aunque salga a correr motivado, tras los primeros cien metros ya está pensando en la chocolatina que se va a comer en cuanto llegue a casa. Esta es la gasolina que le permite seguir adelante en sus esfuerzos deportivos.

Leer más:   http://goo.gl/6zPEhA

[siguienteyanterior]