E. Coli, NDM-1 “superbacterias” resistentes a los medicamentos
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La India, epicentro de las “superbacterias” resistentes a los medicamentos
En 2008, un grupo de doctores de Suecia se encontraron con un caso inusual: un paciente de 59 años ingresado en un hospital debido a una infección urinaria que, a pesar de carecer de complicaciones iniciales, no acababa de curarse. Ningún medicamento funcionaba, ni siquiera carbapenemas, el antibiótico más fuerte usado en humanos. De origen indio, acababa de regresar de su país, donde había pasado un tiempo hospitalizado tras una operación en Nueva Delhi.
Los análisis mostraban que el paciente estaba infectado por la bacteria Klebsiella pneumonia, un patógeno común que causa neumonía o infecciones en el tracto urinario. Lo que no era tan común era una enzima que se encontró en esta bacteria y que lo hace resistente a casi todos los antibióticos conocidos. Según explican en Journal of Antimicrobial Chemotherapy un grupo de médicos que estudió el caso, el paciente finalmente se curó, debido al uso combinado de colestina y tigeciclina.
Pero la enzima ya había nacido. Conocida posteriormente como NDM-1 (New Delhi Metallo-beta-lactamase-1), tomó este nombre por la ciudad en la que se cree que el paciente se infectó en primer lugar. Y se extendió rápidamente: varios estudios posteriores identificaron más de 100 casos en distintos estados de la India. Se encontró en el agua potable en Delhi y en las zonas altas del río Ganges. Pronto traspasó fronteras, llegando a Pakistán o Gran Bretaña. A día de hoy, se cree que está presente en más de 120 países.
La creación de “superbacterias” es sólo la cara más visible de la resistencia que estos microorganismos desarrollan a los fármacos existentes. Aunque se trata de un problema global, “en ningún lugar está tan marcado como en India”, señala este estudio de reciente publicación.
Entre 2000 y 2010 se consumieron en el mundo unos 70.000 millones de medicamentos, de los que 12.900 millones fueron usados en India, dato que sitúa al país asiático como el mayor consumidor de antibióticos del mundo, seguido de China (10.000 millones) y Estados Unidos (6.800 millones). Este alto consumo hace que salten las alarmas en la comunidad científica desde hace varios años: el abuso de medicamentos está provocando la mutación de bacterias que antes eran vencibles con fármacos comunes y accesibles.
El “Mapa de Resistencia”
“Cuando alguien muere porque la infección es resistente a los antibióticos, la gente no se da cuenta de que no ha muerto por la enfermedad en sí, sino porque los antibióticos no han funcionado”, explica el Dr. Ramanan Laxminarayan, eminencia en el estudio de la resistencia bacteriana en India. El también director de la sede en Nueva Delhi del Center for Disease Dynamics, Economics & Policy (CDDEP) insiste en que se trata de una “epidemia invisible fuera de control”.
La investigación “Antibiotic Resistance in India: Drivers and Opportunities”, liderada por el Dr. Laxminarayan, arroja varios datos inquietantes. La resistencia de K. Pneumonia a los carbapenemas pasó de un 2% a un 52% en sólo cinco años. De 2008 a 2013, la bacteria Escherichia coli llegó a ser resistente en un 83% a las cefalosporinas, antibióticos de amplio espectro, y en un 85% a las fluoroquinolinas, un fármaco sintético. Casi un tercio de las cepas analizadas es resistente a los aminoglucósidos, un grupo de antibióticos inyectable.
Para monitorizar de una manera más clara y tener un fácil acceso a la información, en el CDDEP han creado el Mapa de Resistencia, una web beta en la que se puede comparar el grado de resistencia de distintas bacterias a los antibióticos en diferentes países. La E. Coli, por ejemplo, presenta una resistencia a las aminopenicilinas (grupo al que pertenece la amoxicilina) de un 92% en India y de un 66% en España; y a las fluoriquinolinas de un 85% en India, un 36% en España, un 33% en EEUU y 17% en Gran Bretaña.
Contra las cefalosporinas (antibióticos de amplio espectro), las bacterias alcanzan porcentajes de resistencia en India de hasta el 83%, mientras que en España es del 14%, Gran Bretaña del 15% y Estados Unidos del 8%. A las carbapenemas, el antibiótico para uso en humanos más fuerte que existe, E. Coli desarrolla en India un 12% de resistencia, en EEUU y España un 1%, mientras que en Gran Bretaña es del 0%.
Aunque la resistencia bacteriana a los antibióticos afecta a toda la población, los recién nacidos y los ancianos, más propensos a coger infecciones, son más vulnerables a un tratamiento ineficaz. Un estudio publicado en The Lancet estima que anualmente unas 214.000 muertes por sepsis en recién nacidos son atribuibles a la resistencia de los patógenos a los antibióticos. En Estados Unidos se calcula que unas 23.000 personas mueren cada año por este motivo, y 25.000 en Europa. En India, otra investigación reveló que 58.000 recién nacidos murieron en 2013 debido a que los antibióticos no hicieron efecto.
Y aquí reside la complejidad del problema en India, donde según UNICEF 1.2 millones de niños menores de cinco años mueren cada año por enfermedades fácilmente tratables como la neumonía o la diarrea. Éste es el reto del país con una de las tasas más altas de mortalidad infantil, donde además se presenta una paradoja: aún muere más gente por la falta de medicamentos que por su abuso. “Es precisamente la carencia de un sistema sanitario en condiciones lo que conlleva un abuso en el consumo de antibióticos”, explica el Dr. Laxminarayan, resaltando también el fuerte contraste de los servicios sanitarios entre zonas rurales y urbanas.
Descontrol y desregulación
Además del gran número de enfermedades y un sistema sanitario desigual, los factores clave para entender por qué India lidera la resistencia mundial a los fármacos son el bajo precio de los medicamentos, la subida del poder adquisitivo y la alta desregulación de la venta de antibióticos. A pesar de que, por ley, no se puedan comprar antibióticos sin prescripción médica, lo cierto es que cualquier ciudadano puede hacerse con todo tipo de medicamentos en una farmacia. En sólo una visita, quien escribe estas líneas se hizo con cuatro antibióticos diferentes en una misma compra, incluido carbapenemas. Sin impedimentos ni preguntas, y mostrando a propósito un vago conocimiento sobre lo que estaba adquiriendo.
También se señala a los médicos como parte del problema: una visita a un consultorio finalizará casi seguro con la prescripción de uno o varios antibióticos, incluso cuando el diagnóstico es enfermedad por virus. “Los doctores reciben rutinariamente compensación de las compañías farmacéuticas a cambio de que prescriban sus antibióticos”, concluyó un estudio sobre prácticas médicas en Mumbai. Conocida como “la farmacia del mundo”, en India se fabrican casi un tercio de los antibióticos que se comercializan a nivel global, un negocio valorado en 1,24 billones de dólares.
En 2012, varios médicos desarrollaron un plan de acción para acabar con la resistencia a los antibióticos. La Declaración de Chennai, nombrada así por la ciudad del sur de la India en la que la reunión tuvo lugar, es una serie de recomendaciones cuyo objetivo final es la restricción de medicamentos con el fin de evitar el consumo abusivo. Tras numerosos intentos de hacer llegar sus conclusiones al Gobierno para ayudar en la creación de políticas, lo cierto es que se han visto pocos esfuerzos por parte del ejecutivo de regularizar contra el abuso.
Otro grupo de médicos propone que no se consuman en ningún país más medicamentos que la media de 8.54 dosis per cápita por año. “Estimamos que esto disminuirá el uso de antibióticos en un 17,5% a nivel mundial”, concluyen en el estudio publicado por la revista Science.
Ante la resistencia, se han diseñado dos soluciones: la creación de nuevos antibióticos o la reducción de su consumo. Según la Organización Mundial de la Salud, en los últimos 30 años no se han desarrollado nuevos grandes tipos de antibióticos, pero, aunque así fuese, según aporta Laxminarayan, sería una solución cortoplacista, porque las bacterias aprenderían a resistirlos. “Se suele llamar ‘la guerra contra las bacterias’, pero es mejor no usar esa palabra. No es una lucha, ni una guerra. De hecho las bacterias ni siquiera quieren matarnos. Viven de nosotros, no se benefician si nos matan. Por eso se trata más bien de una coexistencia pacífica: las bacterias siempre han estado ahí, y siempre estarán, sólo tenemos que aprender a vivir con ellas”, concluye el doctor.
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